como particular tatuaje
Soy una mitad escalando montañas,
la eterna unidad con paso firme
sobre un asfalto bañado en arenas movedizas.
Soy el ansia permanente de la llama
por extinguirse al calor eterno,
unas manos de arcilla secas
de solo perfilar ausencias y el recuerdo constante
de unos pasos
a veces compartidos.
Soy un inmortal pedazo de mí
que sigue muriendo
día a día,
un intento por mudarme de piel
para no sentir esas caricias con nombre
hoy tan ausentes.
Soy las lágrimas verdes del sauce replegado
sobre sí mismo
ajeno a compadecerse,
el firme y continuo mordisco a la vida
llevando en sus dientes numerosas derrotas.
—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
Sonatina. Rubén Darío.
Dame tus ojos tristes esta tarde,
tus pestañas, párpados y ausencias,
los extraviados en el azul
de ese mar perdido tan adentro,
inalcanzable para el afán de acunarlo,
mecerlo y dormirlo en los brazos.
Aún tienes corazón,
dices,
no dudes si sabes de sus latidos lentos,
seguros...
Dame tus ojos tristes dijiste,
ahora cuando pretendes abandonarlos al infinito
por no volcarlos en lo que ya no ves,
mientras suena la Sonatina desde lo más profundo
de los labios:
"La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?"
y el recuerdo de Darío en el aire
como un halo persiguiendo a esta sombra
a través del tiempo.
Los labios exhalan sentimientos de aire
mortales
al momento de nacer,
y esos
..."suspiros se escapan de su boca de fresa",
sin remedio para la instantánea...
y lo invisible se vuelve hermoso
al letargo de la tarde,
y la sal en el viento no mortifica las heridas,
las alivia y calma.
La tristeza es bella al compás de las olas,
el renacer de la sonrisa se acerca
en la llegada ardiente
del vuelo de Fénix.
Mientras en el abismo del tiempo
permanezcan tantas historias encerradas
entre dos cubiertas,
aún habrá vida tras lo vivido,
pues allí quedará el testigo de la buena letra
en aquellos corazones latentes
que ceden su relevo inmortal
cada vez que se pasa una página.
La Buena Letra, librería situada en la C/ Casimiro Velasco, 12, Gijón.
Y tras esto, aquel ancho y largo túnel.
En ocasiones lo efímero resulta afortunado. En un corto espacio de tiempo, de vida, se experimenta todo por primera y última vez. No existen los recuerdos, ni malos ni buenos, la intensidad del momento embriaga cada uno de los sentidos para descubrir la magia del instante. Las mariposas son hermosas aunque perezcan al final del día; ver la fortuna en sus alas tan sólo depende de la perspectiva de aquel que las mira. Desde la suya, eran los seres más afortunados.
Desconocer el miedo y su significado, no dudar, no temer (miedo de nuevo) al mañana, a que el pasado regrese, a que las sombras renazcan; no herir ni resultar herido, no llorar… no llorar más, o llorar solo una vez porque sólo hay un único momento para experimentarlo, ahora o nunca, porque el aleteo de la mariposa se apaga con el nuevo día. Se preguntó si las mariposas podrían o no llorar y se imaginó un mundo sin lágrimas, sólo por unos segundos, y fue feliz al vislumbrar la belleza de lo efímero.
Ahora sus años reposaban en aquella prisión infernal, con cada una de sus noches y sus días, y quiso probar a ser libre y efímera por una vez en la vida. Mientras caía desde lo alto probó a abrir sus alas rotas… mariposas… sonrió… su último sol salió antes de llegar al suelo.
anunciando tormenta.
Así se deshizo cada flecha de febrero,
como en las ondas de cada charco
se observa aún
el resquicio de alguien que no se ha ido del todo
pero que está abocado a desvanecerse.
Ahora las alas de la migración
volvieron para hacerme partir
a través de los pedazos desgajados del Edén.
ahora que la nada me muerde,
Hoy lo sé.
Sé que abriste por vez primera los ojos,
los dueños de la luz de esta vida
años más tarde,
que entre pasos inexpertos
llegaste a otros brazos protectores,
mientras el tiempo
indicaba esta parada anclada en los míos.
Porque me ha tocado vivirte ahora
cuando han pasado tantas estaciones
desde tu primer llanto,
ahora que me unes a ti más hombre que nunca
para que espante tus miedos,
te seque las pestañas y sacuda tu alma
de sueños rotos,
para que te acune en mis brazos
cada noche
hasta dormirte.
eran sólo sombras,
temor a un pecho descubierto
sin escudo ni excusa para defenderse,
me vi renacer en tus brazos.
Hoy
más cerca de ti que nunca,
lleno cada bolsillo del corazón
con un día más para verte,
anhelando ser la silueta que busquen tus ojos
y ansíen tus manos desnudas,
porque no existe un lugar donde no estés grabado
ni una ausencia
de la que no me salve tu nombre.