Pueden ustedes creer que tras mis pestañas
hubo guerras saladas donde sólo mis naves perecieron;
pueden creer que la desnudez ofrecida al viento
me hará débil frente a las tormentas venideras,
los rayos nocturnos y los desiertos del día.

Pueden ustedes creer que sin sus manos abiertas
mi mundo se deshace lentamente,
tristemente,
en un collage de ruinas sin glorias futuras o
que desde el fondo de las gélidas aguas
el hielo de la superficie me entierre para siempre.

Pueden ustedes creer...
y como el ave que surca los cielos
que la libertad se mude a sus labios.

Sin embargo
su credo no conforma el rumbo itinerante de mis pasos
ni las lunas que me abrigan en cada azabache.
No sostienen, calman, arruyan o mecen los temores
ni curan las heridas;
no están sin estar,
como una amistad alejada sólo en tierra,
no en espíritu.
No conocen ni entienden
-pero sí hablan-
de lo que creen conforma mi ser,
mi ego y mi yo,
sin alcanzar ni siquiera mi contorno.

Dicen que digan, creen... ¡que crean!
Esencia de mi es lo que soy,
imperturbable, orgullosa y entera
hasta el día en que mi último suspiro exhale.
Las lunas de Agosto ya no me sirven de cuna.
He aprendido a soñar
en las aristas de unos ojos nocturnos
donde nunca llega el alba.