El cuento del hombre invisible

Estaba desnudo en la calle. Una ráfaga de viento volvió su paraguas y empapó de lleno su corazón. No dormían aún las farolas cuando las alcantarillas dejaron de beberse cada una de las lágrimas que el cielo vertía. No había nadie. Nadie salvo el silencio, la piel desprotegida, las gélidas gotas, los ojos amarillos de los estilizados gatos de metal, sus uñas en el asfalto y los desagües atragantados.

Entonces ella dijo “nunca más” antes de cerrar su puerta. Con el motor encendido se alejó robando el último resplandor de la luna. Cuanto más se alejaba menos ropa tenía, menos lazos les unían, menos hilos le cubrían. Ella dijo “nunca más” y su voz fue como despertar a la muerte.

Dicen que desde hace años vaga sin ser visto. Empezó a perder su piel cual muñeco deshilachado tras la inminente partida. El “nunca más” desconsiderado que no reparó en esa puerta, aquella que tras cerrarse había dejado enganchada el alma de un ser humano, aquella que cuanto más se alejaba, más le consumía.

1 comentarios:

Brigitte dijo...

qué chulo! me gusta tu prosa! :D